SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

Las instituciones, soporte material de las ideas sociales.-

Estamos viendo la forma en que la producción, quienes la dirigen, ponen al servicio de su desarrollo, de su reproducción, a las instituciones.

Y cómo las ideas, y particularmente las ideas sobre las maneras de quedar organizadas las sociedades toman cuerpo, para extenderse y ser conocidas, en distintas clases de instituciones.

Las ideas sociales, se llaman así porque vienen referidas a la sociedad, es decir, a las distintas formas de relacionarse entre sí los individuos, en un momento determinado y en un territorio también determinado. Nos ocupamos concretamente de las ideas sociales de la Europa de estos dos últimos siglos y de la parte del que empieza.

Las ideas anidan en la cabeza de los individuos, pero navegan a través de las instituciones, y es aquí donde toman contacto con la realidad material. Las ideas se extienden y difunden a través de la familia, la escuela, la Universidad, las Iglesias, los partidos políticos, las diversas asociaciones, las O.N.G, las asociaciones de empresarios y las de los obreros, etc. Y los medios, son, la palabra hablada directamente, la conducta, (la acción) los libros, la radio, la prensa, la tele, el cine, las obras de arte.

Las instituciones son, por tanto, aparatos materiales (medios instrumentales y personales), con un gasto, un coste, perfectamente controlable, en su cuantía y en su procedencia, (cuánto cuestan, y quién paga). Al igual que en la producción, en el mundo institucional, tanto los medios instrumentales, como los personales, alcanzan unos costes que no están al alcance de cualquier grupo que se inicia en este campo.

Y, sin embargo, la presentación ingenua, inocente, que se hace de esta cuestión, es bien diferente.

Las ideas están en las cabezas y navegan libremente por nuestro mundo. Hay ideas correctas y ajustadas, hay ideas erradas, equivocadas. Hay ideas buenas, y las hay perversas. Cada individuo, libremente, hace suyas las que encuentra más acertadas.

La tendencia de las grandes instituciones (Partidos gobernantes, Partidos en la oposición, Iglesias –cristianas, musulmanas, judías -, intelectuales destacados) es a presentar sus ideas como ajustadas, porque son buenas (las Iglesias), o como buenas, porque son ajustadas (Partidos e intelectuales).

Aquí, como en la producción, no han de contar las intenciones individuales de los agentes (un empresario es el representante en su empresa, del capital, y como tal ha de comportarse, sin que sus ideas religiosas, políticas, etc., jueguen ningún papel). En las instituciones, los individuos integrantes de la misma, están en ella para cumplir la función de la institución, al margen de las ideas personales de cada uno (ya lo vimos en el caso de los cadetes de la Escuela Naval de Marín, o de la Conferencia de los Obispos Españoles).

Una visión inocente de la función de las ideas, produce, necesariamente, en la práctica, una gran decepción, que suele acabar en un gran cinismo en los poderosos, y en un gran nihilismo (negación de toda creencia), en los trabajadores.

Sin embargo, contempladas desde el puesto que en una sociedad concreta tiene asignado el trabajo, las ideas desempeñan una función muy importante, hablamos, naturalmente, de las ideas que vienen referidas, directa o indirectamente a la organización de la sociedad, es decir, a la organización del trabajo. Y eso, a un obrero, a las asociaciones de los obreros, sean sindicales o políticas, les afecta directamente.

Las ideas sociales siempre dibujan un cuadro de relaciones entre los individuos de esa sociedad, relaciones que, según el modelo ideado, responderían a los principios de justicia, de solidaridad, de amor, de derechos mínimos garantizados, de reparto justo de las cargas, etc.

Estos distintos modelos o cuadros, al pasar de la cabeza de los individuos (recordemos que son imágenes mentales, ideas), a la realidad de las relaciones concretas, lo hacen a través de las instituciones. De manera que la institución, que sirve de depósito de nuestras ideas, es la encargada principal de su presentación y defensa en la sociedad.

            Veamos cómo ocurre esto. Si las ideas sociales nacen y se trabajan en la cabeza, sin embargo, su lugar de acopio, ordenación y perfeccionamiento son las instituciones; para desde ellas hacerse presentes en la sociedad.

Las instituciones son unos aparatos, compuestos de medios materiales y personales, que presentan un gasto, en su creación y en su mantenimiento.

Las instituciones no pertenecen, como hemos visto anteriormente, al aparato productivo. Las instituciones no producen nada. Su función es reproducir.

O reproducen los elementos de la producción, suministrándoles la educación, la instrucción, la sanidad, la seguridad en caso de necesidad, la regularidad y seguridad en sus ingresos; o reproducen su relación, o sea, su forma concreta de relacionarse (en nuestro caso, uno como propietario de los medios del trabajo y de sus frutos, y el otro como el ejecutor del trabajo a cambio de un salario).

Para esta función, tan esencial para la producción reciben de ésta los medios necesarios.

Es decir, las instituciones no tienen funcionamiento autónomo; para funcionar necesitan que se les faciliten los medios necesarios.

¿Quién se los facilita? Acabamos de verlo. O los presupuestos generales del Estado (es decir, el partido o partidos que dirigen el Gobierno), o lo que es lo mismo, la producción, a través de los impuestos.

O la producción, directamente, sin necesidad de pasar por el Parlamento.

A la primera vía de suministros a las instituciones se le llama vía pública, y a la segunda, vía privada.

Esto quiere decir, que las ideas que cuentan con una institución que las acoja, tienen difusión, y las que no, no la tienen. Al margen de lo que se piense de las mismas, respecto a su bondad, oportunidad o conveniencia. Basta, con que la institución les vea todas esas virtudes, y quien paga, también.

Queda, de esta forma, muy descolocada la visión ingenua, inocente, de que las ideas son libres y como tales circulan. Siendo más cierto que la difusión de las ideas la hacen las instituciones; y las  instituciones necesitan dinero; y el dinero solo se lo puede proporcionar quien lo fabrica, la producción; a través de las dos vías citadas.

Algunas consideraciones, en un asunto tan importante para los obreros, y tan alejado de sus preocupaciones diarias y corrientes:

-Las ideas sociales o modelos ideales sobre la ordenación de la sociedad, para poder sobrevivir y extenderse, tienen que superar un doble filtro, una doble criba.

-El primer filtro que se ha de superar es el de las instituciones. Si no son acogidas por una o más instituciones, las ideas sociales se pierden en el vacío. La inmensa mayoría de estas ideas sociales, tienen este fin. Sólo unas pocas pasan el filtro.

-El segundo filtro es el que ha de pasar la institución que recogió una de estas ideas. Si la idea es compatible, o además, sostenedora, del orden del trabajo dominante, la institución que la patrocina (la defiende, la favorece), recibirá los favores, en forma de dinero, de parte de la producción en la forma que hemos visto; en otro caso, esa institución, al carecer de medios de supervivencia, irá perdiendo vitalidad y desaparecerá.

-El espacio, el escenario en que se mueven y actúan las ideas sociales, no es, como vemos, un espacio vacío.

-Tampoco es un espacio neutro, donde éstas compiten entre sí, venciendo la más justa, la más buena.

-Por el contrario, un Tribunal implacable va analizándolas, sopesándolas, acogiéndolas o despreciándolas, según les parezcan favorables o entorpecedoras, del orden de la producción que soporta los gastos del citado tribunal.

-Por tanto, lo que aparece a un espectador ingenuo, como una lucha entre el bien y el mal, entre la belleza y la fealdad, entre la distinción y la ordinariez, entre el progreso y el atraso, en forma de ideas (sueltas o engarzadas formando un sistema), no es sino el brazo largo de la producción (del agente ordenador del trabajo), que prepara el terreno, para que, el orden del trabajo que representa, aparezca situado en el lado de los bueno, lo justo, lo bello, lo distinguido, lo progresista.

Las ideas preferidas por estos agentes de la producción anidarán en las instituciones que ellos patrocinan, y las no coincidentes con su orden, se perderán en su búsqueda inútil de una institución que las acoja.

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